lunes, 9 de noviembre de 2015

R de Guerra (II)

-Bien gracias, ¿estás ocupada? - le dije, aunque ya sabía la respuesta. 
Laura era una mujer hermosa, cabello quebrado, piernas largas y curvilinea de tez apiñonada... pero era introvertida. La había conocido hace un par de meses en un sitio web de una biblioteca, ella era una usuaria como yo: buscando el mismo libro en el foro; y bueno, entre preguntas y respuestas en cuanto me dijo que vivía en la misma ciudad que yo, no dude en invitarla a salir.
Revisando el perfil de registro (al que yo tuve que hacerlo obligadamente para que me pudieran proporcionar la información), me di cuenta que ella era de los usuarios que mas consultaban material, así que creí que sería aburrida. Hermosa y aburrida.

Me equivoqué.

- Sí, estoy en una reunión con un grupo de amigos en un bar del centro. ¿Querías verme? - me dijo tranquilamente. Me encantaba que supiera el juego que teníamos.
- Sí. Puedo esperar a que te desocupes - le dije de inmediato, puesto que quería sacarme  de la cabeza a Rafaela, la Bruja. Al menos por esta noche.
- Pasa por mi entonces como en hora y media, el bar se llama "Birland" - y me dio las señas correspondientes.
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- Que hermosa te ves - le dije una verdad que ella sabía perfectamente.
- Lo sé, gracias. ¿Como te fue con las presentaciones que me habías comentado? - ¡Alarma! se empezaba a interesar en mi trabajo. Vamos Clau, no lo hagas, no me obligues a parar nuestro juego.
- Mas o menos, fue un poco complicado, pero se resolverá bien - le dije como prueba, si seguía interesandose, definitivamente sería nuestra ultima noche.
- Oh, eso espero. Me siento cansada, ¿esta vez podría ser en mi departamento para no tener que despertarme mas temprano? - me dijo directamente. Amaba a esta mujer, bueno, no literalmente. Cumplía con mi berrinche de algo pasajera y enormemente placentero.
- Donde tu gustes preciosa. ¿Quieres que bebamos o comamos algo antes? - me gustaba hacerla de Don Juan, de verdad. Ahora en día la costumbre de ser un caballero se había perdido. Estar en un juego de seducción con una mujer, no necesariamente significaba que se perdiera la bonita intención de ser caballero. Incluso no podía considerar serlo por querer llevarme a una mujer a la cama. Ser caballero implica para mi tratarla como lo que es: un espécimen único y perfecto. No había dos mujeres iguales en ningún aspecto.
- Quisiera una hamburguesa, ¿estás de acuerdo? - esos detalles me hacían agua el corazón, por eso la consideraba tierna: siempre considerando mi opinión; no como la Bruja, egoísta y narcisista.
- Claro. A una buena rebanada de carne jugosa, no se le puede ignorar - le dije entusiasmado. Ella sabía que me encantaban.
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Tiene el trasero más bello que he visto: redondo, firme, con un par de estrías que la hacían real. Verla caminar por el cuarto sin pudor alguno era un deleite para despertar.

- Ya sabes que puedes quedarte cuanto gustes, sólo que espero no llegues tarde a tu trabajo - Me dijo mientras colocaba mis cosas sobe el taburete de forrado de terciopelo verde en el que una ocasión me montó como si nunca me la hubiera cogido.
- Gracias, aún es temprano. Me gusta verte desnuda, permítemelo al menos por media hora mas ¿podrías? - le dije con la cara mas maliciosa que pude. Invitándola claro, a una ultima salvajada antes de irme.

Media hora penetrándola es como un suspiro: ni poco ni mucho tiempo; pero con ganas de mucho más.
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- Dra. Arriaga, no estoy de acuerdo en medir esto. Creo que los datos arrojados podrían ser perjudiciales para la empresa. Proyectaríamos a nuestros clientes inseguridad - Le dije iracundo. ¿Que acaso nos quiere llevar a la ruina? 
- A ver Ingeniero Duarte. A mi no me venga con que es perjudicial algo que es necesario. Usted no quiere contemplarlo porque pone en evidencia la cantidad de producto liberado que no cumple con la normatividad; y aunque el Lic. Cortez lo autorice, no necesariamente tiene que seguir. ¡Hombre! ¡usted debe de cumplir con el objetivo de su área!: Producir con calidad satisfaciendo al Cliente - dijo gritando Rafaela. Lo cierto es que aunque lo oigo fuerte, jamás la he escuchado hablar con paz, lo cual me produjo una idea loca: no la había llevado al éxtasis total y eso se tenía que solucionar.
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Rafaela había sesgado una y otra vez mis intentos de acercarme. Había intentado el papel de Don Juan, de sabelotodo, de abnegado, de prepotente, todos sin ningún resultado y me estaba hartando. Tenía que caer de alguna forma pero ¿cómo?.

Sonó el telefono, la asistente del área había salido ya. Miré el reloj y eran las 05:57 P.M., y pensé que sería un proveedor.

- Ingeniero Duarte, lamento molestarlo. Mañana no podré asistir a la reunión acordada con usted y el Lic. Cortez, de hecho acabo de hablar con el y me dijo que sería perfecto hoy alrededor de las 7:30 P.M., pero necesitaba terminar unos detalles con usted antes de eso: ¿puede recibirme ahorita y vernos con el Lic. Cortez en hora y media? - me dijo educadamente. Raro a mi parece.
- Buena tarde Dra. Arriaga, por mi no hay objeción, me encuentro en la oficina. Aquí la espero -
- Estoy en el elevador, llego en un par de minutos - desgraciada, ya daba por hecho que no me negaría.

Me levanté a abrirle la puerta. Iba impecable, con un vestido verde de tela ligera, un poco oscuro, sin mangas ni tirantes, a la rodilla, sin dibujos y con vuelo. Venía o iría a un evento especial definitivamente.

- Se ve bella Dra. Arriaga, y espero que mi comentario no sea tomado a mal. Lo he dicho en el buen sentido sin ... - no termine de decirle la frase, mientras sentía como me empujaba al escritorio y me besaba frenéticamente.

No entendía. ¿Qué estaba pasando?

- ¿Está loca? - le dije, lo cierto es que por primera vez en mi vida estaba desconcertado por lo que una mujer estaba tratando de hacer al bajar la bragueta de mi pantalón e introduciendo la mano tan rápidamente como podía.
- Cállate. Se que quieres, así que hagamoslo - me dijo susurrandolo al oído. Ya estaba excitado.

La tomé por la cintura me paré y la senté a ella en el escritorio. La agarre del cabello mientras empujaba su cabeza hacia atras y la besaba del cuello al pecho. Le chupaba los pezones mientras con mi otra mano la sujetaba ambas manos: yo la sometería.

- Cógeme duro - me gritaba.

Y recordé que mi asistente siempre dejaba una cambia de ropa de oficina porque en ocasiones por cuestiones de trabajo, se quedaba a dormir en la ciudad y ella vivía en las afueras.

Le rompí el vestido.

Su cara era como si fuese lo que había estado esperando. Quedaron al desnudo sus senos, ella abierta de piernas con unas bragas con transparencias que no eran encaje, pero de un rojo tan sexy que me provocó una erección más dura, si es que se podía.
Le metí los dedos dentro de las bragas mientras ella acariciaba mi miembro caliente. Ella estaba tan mojada que mis dedos resbalaban sin ningun problema hacia dentro de su vagina. Le acariciaba y besaba los senos. 

Ella no paraba de gemir y gritar "más, más... así, así". Esto era mejor que aquella primera vez.

La acosté en el escritorio, con mi cinturón le amarré ambas manos a uno de los extremos. Le levante las piernas y sin escalas metí mi lengua dentro de esa palpitante vagina.
Le recorrí el exterior con mi lengua, jugueteandola. La metía para volverla a sacar. Me pedía que no la sacara pero era mía, y me gustaba tenerla mi merced. Pidiendo por más placer mientras alternaba con mis dedos, su clítoris ya muy hinchado y el jugo dulce de su cuerpo me empapaba la boca, la nariz y un poco mas abajo de la barbilla.

Le metí los dedos, y mientras estimulaba el clítoris estaba a punto de venirse, lo supe por la intensidad de sus gemidos. Los saqué inmediato.

Gritó y se retorció como una bestia iracunda.

La arrastré la cabeza hacia extremo del escritorio hasta que le colgara y le metí mi miembro en la boca. Le entró casi toda. La metía y sacaba a mi ritmo. Me lastimó dos veces, era cuando la dejaba respirar. Despues le di oportunidad de que frotara con sus manos. No se si era su habilidad con ellas y su boca, o lo sensible que estaba de tan excitado, que estaba a punto de correrme. Me alejé rapido.

La paré del escritorio sin desatarla y la puse de espaldas a mi, le abri la piernas y ella recosto su parte superior sobre el escritorio. Era hermoso. Un trasero redondo al que deje caer nalgadas tan fuertes que le quedaron marcadas mis manos en un rojo como el de la tanga. La oía gritar de placer. Después de la cuarta nalgada se la metí toda y la embestí tan duro como pude.

Estaba tan humeda que casi se me salió el miembro en una ocasión. Pero no importaba, ella gritaba que quería mas duro. La levanté de las piernas y seguí... y seguí.

Nos bañamos de éxtasis al mismo tiempo. 
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La ropa de Estela mi asistente, le quedaba perfecto. La veía acercarse mientras fumaba en la ventana.

- No vendrá Cortez. Lo digo para que estés tranquilo - ¿en serio lo había planeado? ¿desde cuando? es una cabrona definitivamente.
- ¿Desde cuando lo planeaste? - le dije sereno.
- Desde que te vi la espalda al entrar a la oficina, y vi ese lunar sin forma en tu nuca - me dijo sonriendo maliciosamente.
- Me desconciertas, de verdad. Lo digo con toda la honestidad que me muerde el orgullo -
- Vamos Rodrigo, ¿en serio creiste que no te recordaba? - soltó una carcajada la muy Bruja. Había caído en su juego. Inmediatamente vinieron a mí aquellas palabras: Me gusta ser yo quien decida cómo se dan las cosas y como las termino.
- Sí. Te creí todo ¿satisfecha? - le dije tan resignadamente como mi ego aplastado, pisoteado como cucaracha logró decir.
- Te lo dije. Debes saber que esta fue una de las mejores. No me resistí a escucharte resignado ya, después de haberte visto de mil formas para tratar de conquistarme. Como un cachorrito perdido sin saber que hacer - Lo dijo sin risas de por medio, mas bien, reflexivamente.
- Estás dañada, pero creo que eso ya te lo han dicho y lo sabes. Me vuelves loco y que seas tan volatil me hace querer más de ti - Le dije sin tapujos, y escuchandome decirlo, entendí que era la sinceridad de mi mismo hablandole.
- Se que estoy dañada, y por eso es divertido. Se que quieres más de mi, pero yo no quiero más de ti. Esto es tu grado de perversión más alta, ya lo probé y es lo único que quería - simplemente me dejó desarmado, y aunque si había un poco de más de perversión, había entendido el punto: fui cazado y desechado. Mi ego estaba roto en mil pedazos.
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- ¿Laura? Perdón, ¿estás despierta? - le dije llorando dentro del carro sobre la calle frente a su apartamento.

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