viernes, 16 de octubre de 2015

Vivir.

- ¿Porqué me callo tantas cosas? - pensaba durante la lectura que se había vuelto un escape en estas ultimas semanas - y así siempre termino cuando trato de leer: repitiendo el mismo párrafo una y otra vez por no encontrarle sentido ¿acaso mis pensamientos no pueden ser callados un glorioso instante de 18 horas? -

- Hola, ¿puedo sentarme? - dijo una mujer como de 40 años, pero con la paz de una mujer de 50; mientras señalaba el asiento frente a mi. Parecía agradable, tenía un rostro familiar y hace una semana me había propuesto callar mis NO, así que solo asentí. 

- ¿Porqué estas sola? - me preguntó, intuí que por hacer mera platica, de esas superficiales solo para amenizar con un extraño y pensé que al final una pequeña conversació, podía desviar un poco las ideas que cargaba tan frenéticas.

- Decidí venir a leer, y lo hago mejor sola - le dije.

- Vamos, nunca estamos solos, ¿o acaso tu mente no es la mejor compañera de pláticas? - me lo dijo tan tranquila pero con una mirada espectadora.

- Lo cierto es que no me conoce, no soy de esas chicas que se la pasan analizando las cosas - me quise hacer la espontánea y tenaz.

- Oh, entonces ¿qué tipo de chica eres? - 

- De las que espontaneidad es su segundo nombre - reí como vil mentirosa en mis adentros.

- Cuéntame entonces tus aventuras, a esta mi edad, algunas se apagan como viejas linternas de aceite - y terminó la frase sorbiendo su café.

- El fin de semana pasado corrí con la suerte de una invitación para brincar en ala delta, en Valle de Bravo. Obviamente la tome sin pensar, ¡fue maravilloso! Todo se ve como una escena lenta de la vida, como si fueras una admiradora del mundo, como si pudiera adivinar el destino de todo - dije orgullosa de mi historia inventada y lo real que me escuchaba al decirlo como si lo hubiera vivido.

- Vaya, debe ser una gran vista. Te envidio. ¿Qué más has hecho? Anda no seas modesta - dijo la señora con cara un tanto incrédula 

- Estoy practicando rappel. Aunque no lo hago muy seguido, pienso pronto irme a escalar una pequeña montaña, tal vez en un par de meses. Creo que los placeres de la vida son esas cosas que nos retan, que están ahí para nosotros y que para la mayoría son miedos, o solo sueños, un "me gustaría" - le dije... y me dije.

- ¿Sabes? Tengo 50 años, pero me veo de 40 y siento que mi conservación es por la cantidad de sueños reprimidos. Si no hay nada que arriesgar, no hay nada que me pueda preocupar, ni quitar el sueño y se queda así: fríamente calculado - dijo ella con melancolía.

- ¿De que sirve conservarse cuando la adrenalina de ir por el filo del precipicio nos hace sentir que vivimos, y que en cualquier momento podemos caer y morir? - ciertamente esta pregunta la sentía más para mi que para ella.

- Entonces ya lo sabes, sal a vivir. Si sigues sentada, esperando la vida, tendrás que buscarte en este café, en esta mesa, años más tarde haciéndote historias, inventando una vida - lo dijo mientras se paraba y se perdía entre la gente.

Esa era yo. Había  envejecido, mis sueños siguen intactos pero el tiempo, el tiempo no se detuvo y me resistí a creerlo. 

Empece a caminar por el filo del precipicio.

- iR -

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