lunes, 23 de octubre de 2017

Me salió lo costeña.

Tuve un sábado peculiar, pero ah que pinche anécdota jajajajaja, la recuerdo y muero de risa. 

Tengo nuevo roomie, es del estado de México, de 24 años y buena onda; al igual que yo no tiene a nadie más aquí y congeniamos chido, entonces llegó el sábado y habíamos quedado en ir al centro (aquí en Cabo es donde están todos los lugares de perdición) por una chela, algo tranqui. 

Al poco rato me habla un exroomie para caernos en la casa, y ps bueno, que se arma la perdición. 

Terminando como a media noche, mi nuevo roomie y yo nos dirigimos ya entrados en alcoholes al centro, nuestra intención era bailar rumba en el arre mango, pero había mucha gente y terminamos en un bar. Lo cierto es que ya estábamos muy ebrios, y la vida nos sonreía en alcoholes, música y buena plática (que la verdad ya no recuerdo con exactitud), cuando de repente mi bolsa que estaba en la mesita a un lado de mi (literal, a un lado, era de esos lugares en los que todos bailan en sus lugares e incluso te pegas con la mesa porque no hay mucho espacio) ya no estaba, y unos individuos que estaban en la mesa de al lado, tampoco ya no estaban. 

Mi reacción, mi pensamiento? correr en chinga (después de maldecirlos mentalmente) tras esa bola de desgraciados come cuanto hay (no, no es que limite mi léxico colorido, sino, que aquí viene la mejor parte)

Sólo atiné a decir "Mike, se llevaron mi bolsa estos putos de al lado", y no supe si venía detrás de mi, ni si estaba pagado todo, sólo corrí por mi bolsa que contenía mi celular a crédito (si, el que todavia no termino de pagar y que) la mitad de mi quincena, las llaves de mi casa, mi decoro y mi razón.

Corrí una cuadra, por un momento regresé a ver atrás para ver si venía mi roomie, y venía a luchas (recuerden que estábamos muy ebrios) a unos escasos 5 metros, corrí hasta toparme con la esquina de la cuadra y pensé "malditos seguramente se fueron en un taxi", pero Diosito que nunca me ha dejado sola y desamparada (ignoro porque, soy una pecadora cínica) me dijo:  voltea a tu izquierda, y ahí voy yo, regresando a ver hacia mi lado izquierdo: ahí estaba el maldito infeliz queriendo abrir mi bolsa.

Lo que recuerdo es que le grité desde lejos "dámela maldito infeliz (en seguida forcejee con el para que me la diera, sin racionalizar sobre si estaba armado, con amigos, yo solo quería mi puta bolsa y no me importo), eres un pendejo, pinche cabrón de mierda.... si, ahí me salió toda la esencia costeña y la ira acumulada durante la carrera de una cuadra, le dije de todo mientras todas las personas nos regresaban a ve (ya estaba mi roomie a un lado mio), sinceramente le solté todo el léxico que conocía hasta el matón (ya saben, el que uno uso para cuando quiere apantallar de "culto").

Si mi santa madre me hubiera visto.

Le quite mi bolsa, el wey balbuceo cosas que ya no recuerdo y solo vi como mi roomie le solto un puño cerrado tambaleante en la cara y el wey no supo como reaccionar, en seguida le atinó otro, ya entrando un poco en razón le dije, Mike arre y nos fuimos a comer unos taquichis.

La verdad es que me sigue dando mucha risa jajajajajaja, espero tener sobrinos a quien contarles tanta estupidez vivida.

miércoles, 11 de octubre de 2017

Expreso doble.



Pensé mil veces en rodearlo, lentamente, como cuando un león está seguro del miedo de su presa, mirarlo a los ojos, y que no tuviera más opción que ceder a mis necesidades carnales.


Así era yo, una cazadora. Pero él era distinto y ya lo sabrán a través de estas líneas.


Lo conocí una tarde de octubre, cuando los vientos fríos empezaban a caminar entre las calles ajetreadas, acariciando pequeñas cafeterías locales como en la que me encontraba yo, cuando lo vi parado frente al mostrador tratando de decidir que pedir de lo escrito en la pizarra del menú.


Era clienta de ese café, amaba la intención de tratar a sus pocos clientes como parte de la familia, aunque el café no fuera el mejor, entendí que me hacía adicta a la calidez en el servicio; entonces entre tantas visitas verlo por primera vez, me hizo sentir algo en el estómago, mentiría al decir que mariposas, sólo sé que necesitaba cazarlo.


Pasó algún tiempo antes de poder hablar con él, mientras tanto había entendido sus gustos si es que podía decirse así: siempre pedía una bebida distinta, a veces café, a veces te helado, a veces té caliente, y de combinaciones distintas. Lo que si era constante era la galleta con chispas de chocolate la cual siempre partía por la mitad y empezaba comiendo el trozo que se quedaba en su mano izquierda aunque el fuera diestro. No me juzguen por ser obsesiva pero en estos tiempos los detalles nos dicen mucho de las personas que nos importan.


Nunca había un expreso doble cortado, y esa fue mi entrada.


Aquel jueves lo vi llegar como siempre, pero yo no era la misma, había decidido que era momento de que al menos nos mereciéramos una sonrisa mutua de buenos días, y me encantaba que quedaran intrigados, así que opte por comprar su bebida antes de que él lo supiera: un expreso doble cortado y una galleta con chispas de chocolate partida por la mitad, y una servilleta que decía: “El hombre nunca puede saber que debe querer, porque vive solo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores”, ¿acaso debes saber si quieres tomar esto por hoy?. Disfrútalo.


No decía más otra cosa, había dejado el número de mi móvil a Adriana, la chica de la barra que siempre atendía y a quien le había dicho que se lo diera sólo si preguntaba por mí una quinta vez ¿por qué? No lo sé exactamente aún, tal vez porque creo que muchas personas siguen dichos, se cansan rápido al buscar respuestas, en fin, si él iba más allá de un “la tercera es la vencida”, sabría que tendría frente a mí a alguien que busca respuestas a la vida, respuestas que tal vez yo no tengo, o que yo me canse de buscar.

Tardó en llegar a la quinta vez, había pasado un año cuando entro una llamada a mi móvil de un número desconocido.


- ¿Hola?, disculpe pero ¿quién es? - dije yo.

- Hola, soy Cristian, este número me lo dio la chica de una cafetería, tú me invitaste un café expreso y una galleta, ¿me recuerdas? – me dijo el, y sinceramente a veces pienso que hacemos preguntas estúpidas, una de ellas es el ¿me recuerdas? Que me acaba de citar al otro lado de la línea.

- Perdón pero tu pregunta de ¿me recuerdas? La considero absurda, en fin, la verdad es que ya no frecuento ese café, ni radico en esa ciudad, espero tengas una vida feliz Cristian, y que la plenitud te abrace, hasta luego – le dije, y era cierto, me había cambiado de ciudad hace un mes, con un nuevo trabajo de ensueño y con una vida totalmente distinta.

- Igual yo, y me encuentro en la misma ciudad que tú, ¿podrías aceptar mi invitación de un café a mi gusto?- me lo dijo, así, como si fuera más audaz que yo.


Me quede en silencio por un momento, y acepté, me había ganado, la cazada era yo.